Concierto para violín de Jean Sibelius, opus 47
Un aurora boreal politonal o el espacio musical del concierto para violín de Jean Sibélius
El concierto para violín de Jean Sibelius en re menor, opus 47 (compositor finlandés) representa una obra singular dentro del repertorio de los principales conciertos para violín. Por un lado, por la audacia que radica en la idea de darle una dimensión sinfónica a este tipo de obra, a pesar de una estructura clásica de concierto en tres movimientos. Por otro lado, por la mezcla estrecha de la parte solista a la orquesta constituyendo así un equilibrio melódico sostenido en el conjunto de la obra. Este fenómeno, poco frecuente en los conciertos para violín entonces existentes, presenta al solista empezando el recorrido melódico y anunciando el primer tema. Solo el concierto de Tchaikovski empleó antes esta estratagema de composición; posteriormente los conciertos de Prokofiev y de Chostakovitch, de Britten seguirán este camino.
Sin retomar las circunstancias muy conocidas de la creación de esta obra, Jean Sibelius probablemente tuvo la idea de tematizar la alianza estrecha entre la naturaleza y el hombre en sus sentimientos y sensaciones. Violinista talentuoso, Sibelius experimentó con los numerosos temas que entran en la composición de la obra. Su mayoría fue integrada a la pieza compuesta en 1904, versión que sufre una reducción en 1905, ya que la primera se consideró demasiado larga.
Quien mejor que Sibelius puede entender y traducir en música la temática de una naturaleza inmutable y estetizante ? Los primeros acentos marcados por la orquesta en un corto prólogo son de una sencillez natural, fa-la alternando rítmos de corcheas tocadas pianissimo (sordina) que preparan la llegada serena de la primera melodía cuyo sol inicial es como el anuncio de una mañana nocturna que desvanece. El resplandecer nórdico de la aurora desvela la Naturaleza dormida. La tensión suave contenida en esta melodía debe ser restituida por un arco que la mano deja acariciar la cuerda de mi de forma suave, desarrollando así la pureza de sus timbres. El violín vuelve este primer tema meditativo a la altura de la intensidad lírica que alimenta el conjunto del primer movimiento constituido por tres temas.
Concierto para violín de Jean Sibelius, primer tema

El primero declama un sonido amplio animado por un vibrato ligero y flexible, a medida del progreso hasta su variación final totalmente tocada en la cuerda de sol cuya textura debe seguir el aumento de amplitud. Los pasajes virtuosos que siguen hasta la primera cadencia son tocados con fluidez y sin precipitación, incluso con una moderación de rítmo para que se sienta la unión con la orquesta que avanza por acentos contrastados hasta el mi armónico del solista que suspende de forma abrupta sus tracerias.
Variación del primer tema hasta la cadencia 1

Candencia 1

No es habitual encontrar una cadencia tan temprano en un primer movimiento como en el concierto para violín de Jean Sibelius. En los grandes conciertos anteriores a esta obra, llega antes de la reexposición del tema principal, antes de la coda, como se puede encontrar en el concierto en re mayor de Beethoven o bien en el de Brahms de mismo tono; en este último está reexpuesto por el violín solo que lo toca por primera vez, cuando este papel fue desempeñado por la orquesta, con el violín bordando variaciones sobre este tema.
Esta cadencia no debe ser considerada como un final pero como un principio, su dirección puede ser muy libre, lo importante es conservar una tensión sin jamás ceder a la precipitación para que la armonía de los arpegios entregue la melodía de forma clara.
El segundo tema aparece después de una parte orquestal de larga duración. Es notorio que en este movimiento, la parte solo y la orquestación fusionan en una rapsodia continua con acentos deslumbrantes. En la bemol mayor, se expone en octavas francas y después en octaves cortadas antes de dejar la orquesta tocar libremente un interludio sinfónico con grandes espacios sonoros y tesituras variables, en timbres y colores.
El primer tema está reexpuesto en una variación más obscura, como una sombra marcando la oposición de contraste con la luz aparecida primero, como la obscuridad precede la luz y la sombra sucede a su aparición. El conjunto de los momentos de este movimiento juega de contrastes de exposición por la afirmación de la dominancia de la luz sobre las tinieblas.
La textura politonal del concierto acoje otros 5 matices tonales complementarios en el primer movimiento (ré m, sib M, sol m, la m, si m) tres en el tercer movimiento (ré M, sib M, ré m) marcados en re mayor. Matices tonales, matices modales como los colores poéticos de luces cambiantes cuya variedad expresa el día en toda su duración, en toda su apariencia, según el abanico ampliado de las vibraciones sensoriales experimentadas.
Principio de la segunda cadencia y variaciones del primer tema.

Fin de cadencia y reanudación

La textura sinfónica de este concierto encuentra su origen en las mismas sinfonías que Sibélius compusó, pero también en poemas sinfónicos como Finlandia. De esta forma, la naturalización del discurso musical queda perfectamente dúctil para el instrumento solista que es el violín como voz humana, voz que se expresa sobre el conjunto de los matices de colores tonales y enarmónicos.
La introducción de dos cadencias, más allá del formalismo concertante clásico que solo incluye una por movimiento, tiende a mostrar la parte mayor del solista para influenciar las orientaciones rítmicas y melódicas de la obra. La orquesta acompaña la parte solo siguiéndola. La fusión entre ellos opera hasta el final del movimiento donde, después de un acompañamiento en arpegios saltados de un tema bailable llevado por la orquesta, la resolución se concluye en un fresco con tumulto fónico grandioso puntuado por el brillo de un re armónico que precede un re doble que a su vez, cierra la obra musical.
Final

El segundo movimiento tiene una trama melódica con un alto nivel expresivo introducido por las maderas y sostenido por el violín solo cuya parte mantiene el misterio de la tranquilidad de los grandes espacios nórdicos sin artificio alguno.
Primer tema

Segundo tema

De la relación de las partes orquestales y solista resalta una atmósfera invernal donde el silencio musical de los espacios naturales entintan de calor y dulzura el recubrimiento imaginario de la Oda desbordante de nobleza expresiva. El peso musical de cada nota detiene la transparencia de la arquitectura melódica implicada por una ligera armonía. El violín y el color de su sonido llevan el baile.
El último movimiento se escapa de la dulzura del invierno para lanzar un discurso de danzas folclóricas detrás de una estructura melódica y armónica virtuosas. Este tipo de invitación a la danza comunica un impulso de alegrías desenvueltas describiendo los veranos finlandeses que se vuelve acojedor persiguiendo las fiestas tardías de pueblo en rítmos estimulantes y hasta frenéticos.
Primer tema folclórico

En el concierto para violín de Jean Sibelius, la estructura sincopada acentua el vigor natural que pinta el marco naturalista e impresionista de una vida, que solo aspira a estallar para poderla aprovechar plenamente.
Y tocar esta obra supone escalar la gama de sensaciones que oscilan entre las de la phantasia proveniente de las profundidades del espíritu, las de la naturaleza ébria generadas por el fuego incandescente de la alegria depurada de toda desmedida [hubris], las de la paz interior que realiza el invierno del pensamiento, las del renovamiento en el firmamento del cual explota el brillo de una música iluminada por el genio de Sibelius. El arte del violinista radica en la exploración de las dimensiones meta-musicales.
Imagen destacada, Monumento a Sibelius, de Eila Hiltunen, instalado en el parque Sibelius de Helsinki en 1967.
Michel PAILLET – Filósofo, violinista y violista, julio del 2016
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